Treinta años de ejercicio

30 años de ejercicio

Treinta años, treinta años de ejercicio.

Primer día:

El 4 de octubre de 1993 cogí el metro, y tras cruzar el Retiro desde Príncipe de Vergara, fui a un edificio cerca de los Jerónimos, donde había quedado con mi amigo Antonio González Tenacio: gran profesional y mejor persona.

Recuerdo perfectamente como cogí el ascensor y subí a la sexta planta; fui por el  pasillo de la izquierda y me planté delante de la puerta marcada con la letra “D” dispuesto a tocar el timbre.

En aquel momento me paré un momento, y reflexioné algo de lo que me llevo acordando desde entonces: “si pulso este timbre me convertiré en abogado para el resto de mi vida”. Y lo hice.

Tras aquella puerta me esperaba Antonio, gran amigo de la carrera y de muchas otras historias, y suAntonio González padre, que no tenía nada que ver con el derecho, pero que nos acogió en sus oficinas y nos apoyó para poder sacar aquél ilusionante proyecto. Desde aquí mi agradecimiento a ambos.

Ese fue el primer día de muchos otros llenos de trabajos y luchas, de alegrías y sin sabores, pero sobre todo de ilusiones

Antonio y yo nos embarcamos en aquella aventura sin tener, ese 4 de octubre, ni un solo cliente, pero sí muchas ganas de salir adelante y de que los clientes confiaran en nosotros, solo teníamos que encontrarlos.

Primeros clientes:

Hace unos meses, Marina Alarmino (compañera de aventuras en ExpertAbogados) me preguntó “¿Cómo conseguíais los clientes cuando empezasteis?

Un escalofrío recorrió toda mi espina dorsal, y me acordé de aquellos inicios. La manera de conseguir clientes consistía, básicamente, en ser abogado 24 horas al día, que todo el mundo supiera que eras abogado cuando estabas delante.

En 1993 Internet todavía no existía y, en aquel momento, ni se le esperaba.

Pero llegaron los primeros clientes. La primera minuta que cobramos la celebramos Antonio y yo con nuestras respectivas novias con una buena comida: nos salió más cara la cuenta del restaurante que lo que cobramos, pero mereció la pena.

Muchos recuerdos de aquellos primeros clientes.

Pero, mientras escribo estas líneas, me viene a la cabeza uno de los primeros clientes, tan solo dos meses después de abrir el despacho: Manolo, el que era encargado de un bar de Cardenal Cisneros llamado “La Ría de Pontevedra”

Manolo supuso mi primera demanda, uno de mis primeros grandes éxitos profesionales y lo que él llamaba “la maldición de Manolo”, maldición que me lleva acompañando estos treinta años de ejercicio y sobre la que tendré que hablar otro día: “La maldición de Manolo”

Por cierto, la aventura con Antonio duró cuatro años maravillosos, cada uno seguimos nuestro camino y continuamos siendo muy buenos amigos.

Nos juntamos para cenar y celebrar los 25 años de ejercicio y nos tomamos unas cervezas para celebrar los 30. Y tenemos pendiente la cena de los treinta años de ejercicio.

Recursos (para el ejercicio).

Sin entrar en batallas de abuelo cebolleta, la profesión ha cambiado mucho en estos treinta años de ejercicio.

El acceso a la información es infinitamente superior en la actualidad. En los años 90 las bases de datos estaban en pañales. Te mandaban un disco cada 3 o 4 meses con la jurisprudencia y legislación; ni estaban todas las sentencias, ni las que se incluían en las bases de datos estaban completas, muchas veces eran solo un sumario.

Por lo menos, una vez a la semana, había que ir a la biblioteca del ICAM a revisar los Aranzadi, había que  buscar, entre los enormes tomos de jurisprudencia, el Santo Grial que te pudiera ayudar a resolver el tema que tenías entre manos.

Por lo menos, hace treinta años, la biblioteca del ICAM estaba en el edificio de la Plaza de las Salesas, y cuando te fumabas un cigarro entre sentencia y sentencia, lo hacías paseando por un claustro maravilloso.

Luego la biblioteca pasó al edificio de la calle Serrano y perdió parte del encanto, pero seguía siendo necesario revisar decenas de libros y, en lugar de hacer una foto con el móvil, no quedaba más remedio que hacer cola en la fotocopiadora.

Internet.

A raíz de Internet y de los Smartphones todo cambió radicalmente, pero creo que es algo que no hace falta que explique; todos los que estáis leyendo esto, hace años que no vais a la biblioteca del ICAM ni hacéis una fotocopia (salvo en algunos juzgados de Instrucción)

Pero no estoy hablando de manera genérica de lo que ha pasado en la profesión desde 1993, sino lo que yo he vivido en los treinta años de ejercicio.

Pandemia.

La primera web que publiqué fue en 1997, era una chapuza y duró muy poco; pero era una asignatura que tenía pendiente y, con el encierro de la pandemia, retomé aquel proyecto, y que ha desembocado en lo que estás leyendo ahora mismo.

ExpertAbogados.

Bueno, desembocó en esta página y en un maravilloso proyecto, ExpertAbogados, con el que me encuentro absolutamente feliz y satisfecho.30 años ejercicio - ExpertAbogados

Es algo más que una mera página web de un grupo de abogados, es un proyecto lleno de ilusión por parte de magníficos profesionales, cada uno en su materia, de la que, con treinta años de ejercicio, estoy aprendiendo mucho más de lo que podía haber imaginado.

Algo que empezó de una manera casual, se ha convertido en un punto de apoyo que no podía ni imaginar que pudiera alcanzar. No solo desde el punto de vista profesional, sino desde el punto de vista personal.

Es algo casi mágico.

Más allá de la web, tenemos reuniones esporádicas, y algunas “institucionales”. Son dos reuniones planteadas al año, reuniones de fin de semana donde el bullir de las ideas y de los consejos es impresionante.

Nunca he perdido la ilusión por la profesión, pero me daba cierto respeto ver a abogados veteranos deseando jubilarse por sentirse mayores.

Haberme juntado con los amigos/compañeros de ExpertAbogados me han dado nuevas fuerzas para seguir con esta bendita profesión con cariño e ilusión.

Bueno, con la ayuda de ExpertAbogados, con la pasión que da esta profesión, y con la “maldición de Manolo”…

A por otros 30 años.

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